Arrivederci, Franco Battiato

23.05.2021 10:44

Han pasado más de 20 años, pero hay sensaciones que no se olvidan. De hecho, es un recuerdo vívido, colorido, rodeado de tal halo de fantasía que muchas veces creo que lo vivió otra persona, en otro planeta, en otra dimensión. Pero no, fui yo, estuve ahí, viví aquéllo, escuché aquellas canciones mientras sonreía, aguantaba un cubata de Ballantines con Red Bull en la mano y lucía torpemente mis pantalones blancos de campana, mi camiseta arrapada, mi pelo engominado y mis 16 años recién estrenados. Todo era nuevo, todo era interesante, atrayente, magnético. Todo era nuevo menos Franco Battiato, que no sólo iba a marcar mi generación, sino que llevaba décadas marcándolas.

Cerco un centro di gravità permanente”, decía una canción, mientras los 130 bpm’s de la versión italodance de Eiffel 65 de este clásico de Franco Battiato hacían que mi corazón se acelerara, mi cuerpo se moviera y mis ojos se cerraran. Las luces de la discoteca parpadeaban a mi alrededor y, en ese momento, mi centro de gravedad era ése. Ese era mi mundo. Mi momento. “Che non mi faccia mai cambiare idea sulle cose, sulla gente”, continuaba, y yo bailaba, sonreía, vivía con una intensidad adolescente que ahora, a mis 36 años, sueño con volver a sentir fuera del país de los recuerdos; pues la discoteca a la que me refiero fue demolida hace más de una década, los pantalones de campana ya no me caben y aquél inocente, inexperto e apasionado adolescente ha dejado paso a un abogado que se niega a crecer, pero que lo ha hecho, muy a su pesar, siguiendo el implacable dictado de las agujas del reloj.

Voglio vederti danzare, come le zingare del deserto” decía otra canción que, directamente, me volvía completamente loco. Y la veía bailar, a ella, a esa chica rubia, morena o pelirroja, qué más da, que hacía palpitar mis hormonas, que ya de por si estaban al borde de la ebullición. Y bailaba yo también, saltando, moviendo los brazos, la cadera, las piernas, sin que pudiera hacer nada por evitarlo. En este caso, era una versión de Prezioso feat Marvin de otro clásico de Franco Battiato. “Gira tutt'intorno la stanza, mentre si danza, danza”, decía el estribillo, como una explosión de felicidad, de energía, de buen rollo. De la música que me hacía vibrar. Cada semana esperaba esa canción. Cada vez que entraba en la discoteca. Cada sábado por la tarde. Era un himno. Era el himno. Era la banda sonora de una época maravillosa.

Por eso, cuando escuché que Franco Battiato había fallecido, una parte de mí murió con él. Por supuesto, nos queda su música, nos queda su voz, nos quedan los momentos en los que nos acompañó, pero el mundo es ahora un poco menos luminoso, un poco más triste, un poco más frío y distante. Por ello, hoy escribo estas líneas. Por él, por mí, por todos los que amamos la música. Por ese siglo XX que poco a poco se nos escapa entre los dedos para dar paso a este futuro incierto de redes sociales, de pantallas, de aislamiento, de ausencia de contacto humano.

Y para hacer frente a tanta melancolía, os dejo una preciosa canción que ofrece un rayo de esperanza y que, pese a su antigüedad, está más vigente que nunca: Pobre patriaSí, cambiará. Verás que cambiará. 

Arrivederci, Franco.

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