Historias de España: De pandemia a pandemia (1918) (II)

03.04.2020 01:31

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Parece que llega, pero no. El famoso pico al que tanto se refería la cara visible del Gobierno en esta crisis sanitaria, Fernando Simón, no llega, o no se hace notar. Superada Italia, seguimos conteniendo la respiración. Un día más es un día menos, nos repiten. Nos repetimos. La tensión y el pánico, necesariamente, aumentan, al ver que las medidas adoptadas por las autoridades no tienen resultados instantáneos. Sabemos que hay que pagar el precio, lo tenemos muy claro, pero éste no cesa de crecer, añadiéndose nuevos conceptos a la factura, día a día. Tras 21 días de confinamiento, todavía no vemos la luz al final del túnel, todavía no tenemos un motivo de celebración. Sí, yo también tengo esos pensamientos. También tengo esa angustia. Pero, con independencia de todo ello, y continuando con lo indicado en el anterior artículo dedicado a este asunto, debemos conservar la calma. Continuar poniendo perspectiva, espacio, tierra de por medio, como un abogado que analiza mucho mejor un caso siendo un tercero imparcial que el cliente al que le afecta personalmente. Os lo digo por experiencia profesional.

En el anterior artículo, pudimos comprobar que nada de esto es nuevo y que de peores baches hemos salido. De hecho, este virus es menos letal que la mal llamada gripe española de 1918 y hoy en día tenemos recursos que no existían en ese momento; además de no estar inmersos en una cruda guerra de trincheras en toda Europa, ni que decirlo tiene. Y esperad a conocer todavía más datos comparativos, pues, al final, esta situación actual os parecerá un pequeño guijarro en el camino y no una montaña infranqueable.

Sigamos.

Situación del Gobierno de España y de la sociedad española

Antes de analizar las reacción del Gobierno de España, las medidas adoptadas, su incidencia social, la reacción de la población y, por último, las consecuencias de la pandemia, vamos a situar la coyuntura política y social española que se ha encontrado el SARS-CoV-2 en el año 2020 y que se encontró el A/H1N1-18 en el año 1918. Este telón de fondo es muy importante para encuadrar la fotografía del momento y entender mucho mejor las decisiones, tanto políticas como sociales, que se han adoptado en cada circunstancia.

La España de 2020 está configurada por una sociedad plural, abierta, cosmopolita, medianamente culta, económicamente estable, pese al trasiego de 2009, y que con sus más y sus menos puede equipararse a cualquier otra nación occidental. Por supuesto, no todo es oro, ni reluce como tal, pero en comparación con la desastrosa historia que ha vivido nuestro país en las últimas tres centurias, los más de 40 años de democracia posteriores a la dictadura franquista nos han situado en una posición que, a mi parecer, nos permite ser una sociedad acomodada. Tenemos una de los mejores sistemas sanitarios del mundo, pese a los recortes, disponemos de profesionales de gran prestigio, pese a la fuga de cerebros, tenemos acceso a alimentación, servicios y comodidades de toda clase, disponiendo asimismo de una de las mayores esperanzas de vida del mundo: 83 años. No todos tenemos un BMW ni un piso en la playa, pero no tenemos que compararnos con Beverly Hills, sino con cómo vive el 80% de la Humanidad: en la más absoluta de las pobrezas. Ello no implica que no haya muchos puntos de mejora y que no tengamos que quejarnos más y mejor a nuestros gobernantes, pero seamos claros: no estamos tan mal.

El Gobierno, a fecha actual, lo ocupa el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en coalición con Unidas Podemos, por lo que, en principio, en España gobierna la izquierda tradicional con la "izquierda postmoderna", por ponerle un título al partido de Pablo Iglesias. Por supuesto, aquí entraríamos en muchos dimes y diretes sobre qué es la izquierda y si estos partidos realmente la representan, pero no es el momento ni el lugar de entrar en estas disquisiciones. La formación de este Gobierno fue equivalente a un mal parto por cesárea, con varias elecciones, con negociaciones a puerta cerrada con la calculadora en la mano y con la necesaria abstención de partidos regionalistas de dudosa o nula lealtad. Dicho de otro modo, el Gobierno no es estable, no tiene apoyos suficientes, depende de terceros y no lleva ni seis meses organizándose. Las papeletas para el desastre están sobre la mesa. Y ello sin entrar a valorar las puñaladas por la espalda que los Gobiernos autonómicos le van descerrajando al Ejecutivo español a la que pueden. No me gustaría nada estar en la piel de Pedro Sánchez.

En definitiva, la situación actual se puede resumir del siguiente modo: buen buque, pero malos marineros en manos de capitanes dubitativos. No hace falta que os explique cómo acabó el Santísima Trinidad, ¿verdad? En fin, esperemos que las comparaciones y los símiles no alcancen al desastre de Trafalgar.

En comparación, la España la 1918 estaba configurada por una gran masa de proletariado urbano e industrial que malvivía de exiguos salarios. El índice de analfabetismo rondada el 50% y la esperanza de vida rondaba los 40 años, teniendo en cuenta la falta de higiene, las duras e insalubres jornadas de trabajo de 65 horas semanales y la total ausencia de sistemas públicos de salud. Por supuesto, había un pequeño grupo de privilegiados que se hicieron literalmente de oro durante esta década gracias a la neutralidad de España en la Primera Guerra Mundial, pero la distancia entre clases se intensificó más en lugar de retroceder. Había hambre. A todo ello le añadimos, por supuesto, una Iglesia intransigente, un sistema político ineficaz, las tensiones regionalistas, numerosos atentados terroristas, el ruido de sables derivado de las Juntas de Defensa, las constantes huelgas o las ideas de revolución bolchevique exportadas de la revolución rusa y nuestra habitual mala leche. Un inestable polvorín, vamos, que acabó con la dictadura de Primo de Rivera en 1923 antes de que estallase en pedazos. Cabe decir que el ciudadano medio europeo no estaba mucho mejor que el español, pero la falta de encaje de la España anclada al conservadurismo con la España que trataba de avanzar nos añadían problemas adicionales y muy propios. Os suena, ¿verdad?

En cuanto al Gobierno, en fin, sólo diré que en el periodo comprendido entre 1918 y 1919 hubo nada menos que siete cambios de Presidente del Consejo de Ministros (equivalente al actual Presidente del Gobierno). Durante la pandemia del A/H1N1-18, este cargo lo ostentaron Antonio Maura y Montaner, conservador balear, y Manuel García-Prieto, liberal leonés. En los dos casos, y hasta que en 1923 se acabó instaurando una dictadura, tuvieron que conglomerar a varios partidos en gobiernos de concentración nacional. Los puñales bailaban como en la época de los godos. Las medidas sociales que adoptaron los diferentes gobiernos para tratar de colmar las esperanzas de la población tras el estallido de la revolución rusa fueron absolutamente insuficientes y las revueltas eran muy habituales. La convulsa sociedad española tuvo que ser reprimida por el Ejército en no pocas ocasiones, propiciando la creación de un estado semipolicial que en muchas ocasiones operaba por orden del Rey Alfonso XIII (bisabuelo del actual Rey) más que por orden del Consejo de Ministros, cada vez más endeble desde la crisis de 1917. El sistema que se había implando con la Restauración estaba al borde del colapso.

En definitiva, en 1918, España no sólo no tenía un buen buque, sino que su pequeño esquife hacía aguas al mando al son de los azotes del cómitre y con un capitán nuevo a cada milla recorrida. Desde luego, si no habéis respirado con desahogo tras leer estos dos párrafos, comparándolos con la actualidad, es que no los habéis leído del todo bien. Hacedlo de nuevo. Podemos darnos con un canto en los dientes por habernos tocado vivir una pandemia en 2020, pese a los peros y los aunques que me planteéis.

Reacción del Gobierno

Sobre el lienzo que hemos extendido, vamos a empezar a pintar el cuadro con un elemento que es capital en la lucha contra cualquier pandemia: cómo y sobre todo cuándo reacciona el Gobierno, que al cabo es el que tiene que tomar las medidas que procurarán la mitigación, contención y, en último término, la reducción de la pandemia. Por eso es tan importante conocer cuál es la situación concreta del Gobierno en el momento que ocurre este desastre médico, porque tanto su capacidad de reacción como la efectividad y coherencia de sus medidas tiene mucho que ver con quién toma estas decisiones y en qué postura se encuentra.

Centrándonos, primeramente, en el SARS-CoV-2, debemos señalar que el inicio de la pandemia tiene su origen en diciembre de 2019 en la región de Hubei, China. Al principio, no se sabía exactamente qué ocasionaba la enfermedad detectada (COVID-19), pero a mediados de enero se descubrió que la causaba el virus que desgraciadamente todos conocemos hoy en día. Transcurrido el mes de enero de 2020, la OMS declaró la alerta sanitaria internacional, al haberse confirmado más de 7.700 casos en China y otros 83 casos en 18 países extranjeros (entre ellos, España, con un infectado en La Gomera). Durante el mes de febrero de 2020, el virus creció de manera exponencial no sólo en su foco principal, China, que alcanzó los 80.000 casos, sino en el resto del mundo; en concreto, Italia ya registraba, a final de mes, más de 1.000 casos; Irán casi 600 casos y España, 45 casos (estas cifras las podéis comprobar en este enlace). Frente al avance imparable del SARS-CoV-2, la OMS declaró en fecha 11 de marzo de 2020 la alerta de pandemia internacional, aumentando su nivel de alerta. La oleada de casos que iba a solar toda Europa empezó ese mismo fin de semana. El resto ya lo conocéis sobradamente.

 

Debe señalarse, asimismo, que según los estudios efectuados por expertos virólogos en el país que mejores medidas ha adoptado, a saber, Corea del Sur, aproximadamente un 20% de los infectados son asintomáticos. A ello debemos añadir que una parte muy importante de los infectados (el 80%, incluyendo los asintomáticos) sólo presentan síntomas leves, prácticamente indiferenciables de un catarro o gripe común, aunque más persistente. Por ello, si se han detectado 100 casos, debemos presumir que hay al menos 500 infectados, sino más; y mucho más teniendo en cuenta que pocos países tienen test suficientes para poder identificar los casos leves que, en la mayoría de los casos, no se reportan.

El Gobierno de España no tomó medidas de confinamiento selectivo hasta el 14 de marzo de 2020 (5.753 casos detectados y 136 muertos) y no tomó la decisión de aplicar medidas de confinamiento total hasta el 31 de marzo de 2020 (94.417 casos detectados y 8.189 fallecidos). El fin de semana anterior a la declaración del estado de alarma permitió que se celebraran manifestaciones multitudinarias y que la población continuara con su gregario estilo de vida pese a rozar los 1.000 casos detectados y tener más de 10 muertos. Los números oficiales son esos y los criterios que he señalado en el párrafo anterior son los que son; por lo que puedo aseverar, sin ánimo a equivocarme, que se ha actuado tarde y de manera parcial. Al menos, interpreto que el Gobierno ha tenido en cuenta otros criterios ajenos a los exclusivamente médicos para adoptar sus decisiones. Y éste no es sólo un criterio personal, sino que hasta en el Ney York Times se han hecho eco de las consecuencias que ha tenido esta tardanza.

¿Qué han hecho otros países? El más efectivo en el control de la pandemia fue la propia Chinaconfinamiento total a toda la población de Wuhan el día 23 de enero de 2020, con 800 casos detectados; o Corea del Sur, confinamiento parcial a toda la población el día 21 de febrero de 2020, tests masivos y férreas medidas de control, con 150 casos detectados. Las medidas resultaron muy eficaces y se controló la pandemia en poco menos de un mes. No obstante, no os preocupéis, que hay otros países que han actuado todavía más tarde que España, como el Reino Unido: confinamiento parcial de la población el día 24 de marzo de 2020, con 8.200 casos detectados.

Centrándonos, en segundo lugar, en el A/H1N1-18, cabe señalar que, como ya podemos analizarla en pasado, disponemos de información completa y no parcial sobre la incidencia, el desarrollo y mitigación de la enfermedad. Evidentemente, las limitaciones de la época nos impiden aplicar el nivel de precisión que a mí me gustaría, pero todavía no puedo viajar al pasado, así que me tengo que conformar con los escasos datos que hay. El caso es que la “gripe española” de 1918 se desarrolló en tres oleadas:

  • Primera oleada: De marzo de 1918 a junio de 1918. Surgió en Estados Unidos y se desplegó por toda Europa en mayo de 1918 tras el despliegue de tropas americanas en la ciudad de Brest, Francia. Se declaró el estado de pandemia mundial en junio de 1918. Esta primera oleada fue más benigna, pero con una capacidad mayor de contagios

  • Segunda oleada: De agosto de 1918 a noviembre de 1918. Surgió de nuevo en los principales focos de infección; principalmente, Estados Unidos y Francia. En septiembre de 1918, toda Europa volvía a estar Infectada y, por mediación de Lisboa, se extendió el virus por Sudamérica. Esta segunda oleada fue mucho más agresiva, generándose cuadros clínicos más complicados, pero su capacidad de contagio se redujo considerablemente.

  • Tercera oleada: De enero de 1919 a abril 1919. Surgió con levedad en los núcleos poblacionales que quedaron más afectados por las anteriores oleadas. La incidencia fue mucho más limitada en cuanto a mortalidad y contagios que en las anteriores.

En España, el primer brote conocido debemos situarlo en la ciudad de Madrid durante la segunda quincena del mes de mayo de 1918. Durante esta segunda quincena de mayo de 1918, se expandió a Cuenca, Toledo, Salamanca y Cádiz, principalmente por la movilización de tropas del ejército regular, pues España no estaba en guerra. En junio de 1918 se detectaron casos en todo el país, con menor incidencia en los archipiélagos. El segundo brote dio comienzo en septiembre de 1918 y alcanzó su cénit en octubre de ese mismo año, teniendo más incidencia en Levante que en las zonas interiores. El tercer brote, que se confundió con una ampliación de la segunda oleada de contagios, tuvo un avance muy limitado, aunque el último enfermo en sanar se sitúa a finales de junio de 1919.

Por desgracia, no disponemos de evolución de casos diarios, ni cifras de recuperados, muertos y demás información necesaria para poder determinar si la reacción del Gobierno fue pronta o tardía, si fue correcta o incorrecta teniendo en cuenta los medios de la época. En todo caso, sí que se sabe que, durante el mes de mayo de 1918, las autoridades públicas tenían información suficiente para determinar que, al menos en Madrid, había una grave epidemia de gripe.

Según la información que puedo extraer de la tesis de la Doctora Maria Isabel Porras Gallo, el Gobierno local de la ciudad de Madrid, población que tuvo el dudoso honor de erigirse como el primer foco de la pandemia en España, no reconoció de manera oficial la gravedad de la situación hasta el 31 de mayo de 1918, cuando la situación ya estaba descontrolada. ¿Los motivos? De lo más pueriles: querían que no se vinculara la existencia de esta enfermedad con la contaminación de las aguas de Madrid que se podría haber causado por la remoción de tierras para la adecuación del alcantarillado público. Con ése objeto y para no causar, asimismo, una situación de pánico, actuaron tarde; puesto que el virus ya se había extendido a otras cuatro provincias españolas. El Gobierno de España actuó como un perro secándose: el Ministro de Gobernación, en sesión del mismo 31 de mayo de 1918, reconoció la existencia de una epidemia, pero derivó toda la responsabilidad de contenerla a la gobernación local de Madrid y a la “ciencia médica. Posteriormente, se tomaron medidas por parte del Gobierno de la nación, principalmente por la insistencia de algunos diputados como el conservador D. José Álvarez Arranz, pero las medidas, que fueron absolutamente insuficientes, llegaron cuando la epidemia estaba en su máximo apogeo y ya había sido declarada pandemia internacional.

¿Qué hicieron otros países? Todos los que estaban enzarzados en la Primera Guerra Mundial, aplicaron una fuerte censura, sobre todo en el frente, para evitar la generación de pánico; aunque ello no significaba que, algunos países, como Estados Unidos, que era nación contendiente en suelo extranjero, sí tomara medidas en su suelo propio: aplicó medidas de confinamiento acordadas por las instituciones locales, por lo que se dieron diferentes situaciones en función de la rapidez y la contundencia con la que actuaron dichas instituciones. Uno de los ejemplos más paradigmáticos es la comparación de las medidas adoptadas y la fecha de adopción de estas medidas entre las ciudades de San Luís y Filadelfia. El siguiente gráfico es muy revelador:

Así que, si estáis angustiados desde vuestro confinamiento domiciliario con todas las comodidades del mundo y os parece insuficiente y tardía la respuesta del Gobierno, poneos, aunque sea un minuto, en la piel de un francés de 25 años que combatía en una trinchera del Somme en 1918 con dos enemigos: uno delante, que lo ametrallaba, gaseaba y bombardeaba; otro detrás, invisible, que lo podía matar en una semana sencillamente por compartir barracón con un infectado. Y todo ello teniendo en cuenta que, desde París, se miraba para otro lado.

En el próximo artículo, veremos qué medidas se aplicaron en 1918 y qué medidas se están aplicando en 2020 para combatir sendas pandemias. La reflexión será la misma, os lo aseguro: agradeceréis estar viviendo en el siglo XXI.

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