Historias de España: De pandemia a pandemia (1918) (IV)

16.04.2020 17:48

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Aprovechando que tengo a mi perra, Nymeria, durmiendo a pierna suelta a mis pies mientras redacto este artículo, voy a contaros un secreto: nunca os fieis de mí si os ofrezco un quesito. Sí, sí, ese queso cremoso que encontramos en cualquier supermercado en porciones triangulares que configuran una rueda de irresistible sabor. Seguramente lo sabe, porque los border collie son más inteligentes que la gran mayoría de los humanos, pero creo que lo acepta, pues concede que el beneficio es muy superior al coste. Cada vez que tengo que darle una pastilla para desparasitar, no tengo que hacer otra cosa que partirla en dos y meter cada mitad dentro de un quesito. Vista y no vista. Desaparece de mis manos de un lametón ansioso. Por supuesto, como pretenda darle la pastilla sin quesito, cierra la boca para que no se la introduzca en su interior y, si lo consigo, la escupe; pero a trozos y dentro de un quesito, ya podría darle una caja entera. Bajo la vista a mis pies y verifico que sigue durmiendo tras compartir con vosotros este truco insidioso. Mi secreto está a salvo.

Esta situación, que cualquiera que tenga mascota reconocerá con facilidad, me recuerda sospechosamente a lo que está haciendo con todos nosotros el Gobierno de España y los gobiernos regionales de las diferentes Comunidades Autónomas: ofreciéndonos pequeñas píldoras de la realidad del COVID-19 envueltas en sabroso quesito para que podamos digerirlas y, sobre todo, asumirlas. La duración del confinamiento y las patadas al balón que va dando el Ejecutivo español al estado de alarma, alargándolo cada quince días, es un buen ejemplo de que nos están dosificando la información: si el confinamiento en la provincia de Wuhan, China, ha durado 76 días, ni los estudios más optimistas podrían augurar que en España iba a durar sólo 15 días. Mención aparte merecen las cifras de fallecidos: al dictamen del Tribunal Superior de Justicia de Castilla La Mancha que indicaba que los fallecidos por COVID-19 eran al menos un 41,1 % superiores a los comunicados por el Gobierno de España, ahora se suma la Conselleria de Salud de la Generalitat de Catalunya que, a fecha 20 de abril de 2020, ha declarado que los fallecidos por COVID-19 en esta Comunidad Autónoma alc anzan los 8.441 frente a los 4.904 que, hasta la fecha, comunicaba –ya que ha tenido en cuenta no solo los fallecidos en hospitales, sino los que han fallecido en otras ubicaciones o en sus propios domicilios con cuadros clínicos compatibles con el COVID-19-. Esta modificación de criterio implica, en Catalunya, un aumento del 72,12 % sobre la cifra que se estaba comunicando hasta la fecha por parte de las autoridades regionales.

Este decalaje informativo puede deberse a la improvisación de actuación frente a un problema de nuevo cuño sin antecedentes analíticos, y algo de ello hay, en efecto, pero hay muchas informaciones que pueden llevarnos a pensar que el Gobierno está aplicando una política de control de daños para evitar más que la generación de pánico, una reacción negativa de la población frente a su gestión. Como ya dije, la percepción de la población es contingente, volátil, puede cambiar de hoy para mañana, pero el estado de cosas puede provocar que, de la percepción, que actúa de manera pasiva, se pase a la reacción, que actúa de manera activa. Y es que una cosa es reaccionar de manera positiva a las medidas de confinamiento decretadas por el Gobierno, por cuestión de responsabilidad y sentido de comunidad, y otra muy distinta comprar el empalagoso discurso triunfalista de un Ejecutivo nacional que habla de moral de victoria y de la "España de los balcones".

De hecho, el Gobierno de España está actuando de un modo indigno frente a las reacciones negativas a su gestión. Y ya no hablamos sólo contra su oposición política, sino contra la propia ciudadanía: el Ministro del Interior está monitorizando las redes sociales escudándose en la detección y represión de eventuales delitos de odio contra el Ejecutivo con el objetivo, como dijo el Jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, el general José Manuel Santiago, de “minimizar ese clima contrario a la gestión del Gobierno”; o lo que es peor todavía: el socialista José Félix Tezanos ha cocinado una encuesta en abril de 2020, a través del Centro de Investigaciones Sociológicas, para preparar una censura gubernamental previa de la información sobre la pandemia a través de su sexta pregunta

Aprovechar que el Pisuerga pasa por Valladolid para institucionalizar la voladura del artículo 18.1 (“Se garantiza el derecho (...) a la intimidad personal y familiar”) y del artículo 20.1.a) (“Se reconocen y protegen los derechos (...) A expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción”) de la Constitución española es ruín y miserable, además de muy peligroso para nuestra democracia. Explotar el miedo para silenciar al disidente ha sido la gota que ha colmado mi vaso; así que, antes de analizar la reacción de la población en general, quiero poner de manifiesto cuál está siendo la mía: reaccionar con responsabilidad frente a las medidas de confinamiento, pero reaccionar cada vez peor frente al Gobierno de España, pues deja entrever ciertos tintes totalitarios que van en contra de mis ideales más básicos. Hoy toca mojarse.

En fin, centrémonos y sigamos con la comparativa entre la epidemia de SARS-CoV-2 de 2020 y la pandemia de A/H1N1-18 de 1918 antes de que se me lleven los demonios. En este caso, continuando con la cuestión que he puesto sobre el tapete en la introducción al artículo, analizaremos la reacción de la población frente a ambas crisis sanitarias. En primer lugar, la reacción de la ciudadanía frente a las medidas adoptadas por el Gobierno y su incidencia social. En segundo lugar, la reacción de la ciudadanía frente al propio Gobierno.

La reacción de la población ante las medidas adoptadas por el Gobierno y su incidencia social

En cuanto a la reacción de la sociedad española ante las medidas adoptadas por el Gobierno de España en la pandemia de 2020, es preciso tener en cuenta, desde una perspectiva comunicativa, que jamás, en toda la historia de la Humanidad, ha habido semejante nivel de acceso a la información por parte de toda la población: televisión, radio, redes sociales, prensa e Internet han actuado como difusores totales de las medidas de confinamiento acordadas por el Ejecutivo español, por lo que la práctica totalidad de la sociedad, desde el día 13 de marzo de 2020 –en el que se acordó la declaración del estado de alarma-, sabía cómo reaccionar frente a la pandemia desde una perspectiva social.

Por supuesto, no toda la información era definitiva y hubo mucha confusión al principio –confusión que todavía persiste en relación a cuestiones particulares, como ya hemos venido señalando-, pero la consigna general la captó todo el mundo: confinarse en sus domicilios hasta nueva orden con excepciones relacionadas con la adquisición de alimentos y, en algunos casos, con el desplazamiento al trabajo o la realización de algunas actividades. Y, de manera muy mayoritaria, la población ha actuado con una gran responsabilidad, como se deduce de los datos de disminución de la movilidad realizados por diversos organismos a través del rastreo de los teléfonos móviles:

a) De acuerdo a los datos facilitados por el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, realizando una comparativa de dos días concretos, uno previo a la declaración del estado de alarma (martes, 10/03/2020) y otro posterior (martes, 31/03/2020), extraemos que la movilidad general se ha reducido un 93% entre ambos periodos (pasando de 14.862.630 personas que no realizaron ningún desplazamiento en fecha 10/03/2020 a 28.770.859 personas que no realizaron ningún desplazamiento en fecha 31/03/2020). De hecho, el domingo día 29/03/2020, se quedó confinada en su casa la cifra de 31.893.921 personas, que representa un 65% de la población española.

b) Por otro lado, de acuerdo a las cifras facilitadas por Google en un estudio realizado no sólo en España, sino en prácticamente todos los países del mundo, se deduce que la movilidad en nuestro país durante la aplicación de las medidas de confinamiento se ha reducido una media de un 63% en cuanto a desplazamiento al trabajo, una media del 85% en cuanto al desplazamiento en transporte, tanto público como privado, y una media de 92% en cuanto al desplazamiento a centros comerciales, tiendas y locales de restauración.

En consecuencia, podemos aseverar que la reacción de la ciudadanía frente a las medidas adoptadas por el Gobierno ha sido ejemplar. Por supuesto, no todo el monte es orégano, y muchas personas se han saltado el confinamiento utilizando artificios de lo más inverosímil como ir a comprar yogures a más de 20 kilómetros de tu casa, pasear un perro de peluche, cazar Pokemon o dar de comer a las gallinas al pueblo de al lado. La típica picaresca española no acaba ahí: hay gente vendiendo marihuana a través de la aplicación Glovo o cocaína a través de envíos postales. Teledroga a domicilio. Todo ello ha supuesto que, hasta la fecha, haya más de 600.000 propuestas de sanción por saltarse el confinamiento

Por otro lado, la población, motu propio, sale cada día al balcón, a las 20:00h, para aplaudir a los profesionales de la sanidad que están en primera línea, expuestos y con pocos medios, tratando de salvar vidas. Cabe señalar que es una reacción que ha pasado de ser un reconocimiento a los sanitarios a un huero acto de autocomplacencia, ya que nada cuesta y cubre expediente; todo ello sin contar con los desaprensivos que, bien que aplauden en el balcón, pero no quieren a ningún médico o profesional expuesto en la comunidad de vecinos por ser infecciosos. Lo estéril siempre gusta en esta sociedad estupidizada, así que no debería sorprenderme.

 

Como conclusión, podemos indicar que la población, de manera general, ha estado a la altura de lo que se le exigía por los Poderes Públicos, reaccionando como debía, pero que también ha emergido, ante esta situación tan compleja, los peores instintos de algunas personas; lo cual no exige remisión a noticia o estudio, pues seguramente el lector conocerá casos concretos que hablan por sí solos.

En cuanto a la reacción de la sociedad española ante la pandemia de 1918, cabe señalar, de manera previa, que no existía televisión; que, pese a existir prensa escrita, la gran mayoría de la población era analfabeta; que la información no fluía como hoy en día a través de redes sociales; y que, al cabo, esta situación de desinformación de la ciudadanía no se aplicaba solo a la gestión de la pandemia, sino a todos los escenarios de sus vidas. Por ello, teniendo en cuenta este contexto social y el hecho de que el Gobierno de España de 1918 tomó pocas medidas sociales para frenar la pandemia, podría concluir perfectamente este apartado con la siguiente sentencia: la población no tenía ni la más remota idea de cómo reaccionar frente a la pandemia.

La ausencia de información oficial, no obstante, no implica necesariamente la inexistencia de información de alguna clase; pues siempre se busca llenar este vacío informativo ante un problema de tamaña gravedad. Un ejemplo de cómo se llenaban estos vacíos es la determinación del origen de la pandemia. Y es que cuando la epidemia de A/H1N1-18 se convirtió en objeto de tertulia habitual en los mentideros madrileños, surgieron opiniones de muy diversa naturaleza por parte de los profanos en la materia que se plantearon todo tipo de teorías: desde la hipótesis telúrica (la remoción de tierra en la ciudad de Madrid), la hipótesis “ecológica” (el virus lo causaba el quemado de hidrocarburos en los motores de los pocos vehículos que existían) a la hipótesis de la guerra bacteriológica (toda vez que en Europa estaba teniendo lugar la Gran Guerra, posteriormente conocida como la Primera Guerra Mundial).

A estos rumores y conspiraciones se sumaban algunas empresas que, sin ningún rubor, aprovechaban la circunstancia para recomendar el uso de sus productos para combatir al A/H1N1-18 sin ninguna base científica. Algunos de estos espacios publicitarios que encontramos en algunos medios como el centenario diario ABC o el periódico catalán La Vanguardia son realmente divertidos, vistos en perspectiva: “para huir de los enfriamientos no hay nada tan seguro, tan cómodo ni tan agradable como tomar a diario unas cuantas tazas del aromático, higiénico y exquisito café marca El Cafeto”; “Beba Ron Trinidad contra la Grippe”. Especial mención merece la cuña publicitaria del Jarabe Orive: “para precaver la epidemia reinante es necesario (...) extracto de naranjas amargas (...) y calmantes como la heroína; estos medicamentos, concienzudamente asociados, componen nuestro jarabe. Una dosis diaria evita el contagio.”. La solución según la publicidad, café, heroína y ron en cantidad. Qué bien me ha quedado el pareado, oiga.

De hecho, no os lo perdáis, hasta los fabricantes de bombillas Osram se subieron al carro de la publicidad engañosa que aprovechaba las circunstancias para medrar: “La epidemia de moda se combate y vence con rigurosa dieta, mucho aire y mucha luz. Mucha luz que solamente se obtiene con la lámpara de filamento metálico estirado e irrompible OSRAM”.

En consecuencia, nos encontramos con una población que debe enfrentarse a un problema médico sin unas consignas oficiales claras, que fundamentaba el origen de la pandemia en conspiraciones de toda clase y que era bombardeada constantemente con publicidades engañosas. Todo ello, sumado, provocó que la población reaccionara, a falta de otro remedio mejor, con miedo, aplicando el antiguo método del sálvese quien pueda. Esta situación la planteaba un articulista del diario madrileño El Liberal en un artículo de mediados de 1918: “Si unos le dicen al lector que no coma tales productos de la Naturaleza o de la industria, y otros le aconsejan que no se prive de comestible alguno, ¿en qué situación oscilante queda el lector? Si tales mentores Le recomiendan que no moleste sin motivo al Colegio Médico, y tales otros consejeros le invitan a llamar enseguida a toda la Facultad, ¿qué orientación de este diámetro toma el necesitado lector? (…) el lector crédulo y confiado no sabe si podrá beber sin previa destilación, o respirar sin máscara inmunizadora, o tener correspondencia escrita con sus amigos, o tomar café por las tardes, o besar a su Julieta por las noches. Y de todo ello se sigue una tremenda confusión y algo de otra enfermedad más peligrosa que la grippe, y que se llama por los aledaños de las antiguas puertas de la villa, canguelitis”.

Este miedo generalizado tuvo otra consecuencia: el aislamiento y repulsa social de los infectados de la enfermedad. Como vemos, esta reacción es demasiado habitual y generalmente está impulsada por el miedo; por lo que, si se está dando en 2020, imaginaos hasta qué punto era grave en 1918.

La reacción de la población frente al Gobierno

Lamentablemente, y por el motivo que he señalado unos párrafos atrás, para vislumbrar la reacción de la ciudadanía frente a Gobierno de España durante la pandemia de SARS-CoV-2 de 2020 no me fundamentaré en el informe del CIS de abril de este mismo año, ya que es demasiado evidente que es simple propaganda, como señalan incluso sus medios de comunicación más afines. Por ello, intentaré recurrir a otras fuentes no tan contaminadas por un Ejecutivo que parece ser alérgico a cualquier clase de autocrítica.

Pues bien, a pesar del evidente retraso en la adopción de medidas para combatir al COVID-19 por parte del Gobierno de España, la práctica totalidad de la población, oposición política incluida, apoyó a Pedro Sánchez ante la declaración del estado de alarma. El poso de desconfianza, por supuesto, ya existía, pues el Gobierno de España pasó de animar a que se participara en manifestaciones multitudinarias, como la del Día Internacional de la Mujer, a acordar el confinamiento de la sociedad española en un plazo de menos de una semana. Este acelerón llamó mucho la atención, por decirlo de alguna manera, pero ya habría tiempo para debatir si permitir que tuvieran lugar todos los eventos políticos, sociales, deportivos y culturales durante el fin de semana anterior al confinamiento de la población había sido un error fatal que propició la propagación del SARS-CoV-2. En ese momento tocaba cerrar filas y así se hizo.

No obstante, el alargamiento paulatino del confinamiento, que se ha venido ofreciendo en dosis controladas, sumado a una serie de errores y actuaciones negligentes por parte del Consejo de Ministros, empezó a permear en la población de una manera muy negativa. Como una lluvia fina pero constante, las críticas a la gestión del Gobierno se han venido intensificando con el paso del tiempo y todo hace suponer que continuarán aumentando hasta que la pandemia llegue a su fin. De momento, por razones obvias, tengo una visión parcial, pues todavía nos hallamos inmersos en esta crisis sanitaria.

Para fijar cuál es el estado de opinión general, al menos, a fecha de publicación de este artículo, he intentado buscar barómetros de opinión que me resultaran más verosímiles que el CIS para poder determinar cómo está reaccionando la población ante el Gobierno y he encontrado un estudio que parece cumplir con mis criterios. De hecho, este estudio, realizado por el Instituto Nacional de Estudios Analíticos y al que podéis tener acceso a través de este enlace, ha hecho un muestreo estadístico en más de 350.000 ciudadanos frente a los 3.000 realizados por el CIS, así que tanto las preguntas, sencillas y certeras, como las respuestas, con un muestreo más de mil veces superior al CIS, me resultan mucho más útiles que las facilitadas por José Félix Tezanos. Las principales conclusiones son las siguientes:

  • Un 67,9 % de los encuestados considera que la gestión de la pandemia de SARS-CoV-2 es un desastre.
  • Un 79,6 % de los encuestados considera que el Gobierno desoyó las advertencias de la OMS al mantener eventos deportivos y manifestaciones antes de acordar el confinamiento.
  • La nota media del Presidente del Gobierno se fija en un 3 sobre 10.
 

Lamentablemente, el Gobierno de España, como he indicado en la introducción de este artículo, coquetea con la censura de los medios críticos, lo cual está resultado, como era obvio, totalmente contraproducente, pues hasta sus más acérrimos voceros se le están revelando, como la Cadena Ser o el programa de Risto Mejide en Cuatro, sin olvidarse de Antonio Maestre. Esta tendencia me resulta, como ya he señalado anteriormente, no sólo un error de proporciones mayúsculas del Gobierno de España, sino un peligro frente a la libertad que atenta contra los derechos constitucionales más fundamentales

Y no, no tiene justificación de ninguna clase.

Por otro lado, la reacción de la población frente al Gobierno de España de 1918 y su gestión de la crisis sanitaria fue la esperada ante la situación de absoluto desamparo en la que se encontraban frente a la ausencia de medidas adecuadas y la falta de información: con una crítica feroz a la ineficaz gestión del Gobierno. La prensa, que, pese a introducir las cuñas publicitarias antes señaladas, era dirigida por periodistas y articulistas que actuaban como un verdadero contrapoder, se erigió junto con algunos diputados como representantes de este malestar popular.

El diario El Liberal, al que nos hemos referido anteriormente, reflejó esta indignación de la ciudadanía en un artículo de 12 de octubre de 1918 y, además, se hizo eco de los intentos de censura de la prensa divergente que el Gobierno de España estaba tratando de aplicar: “Todo el país cree que debe ponerse inmediatamente remedio a los estragos de este enemigo que nos ha entrado por las puertas. Sin embargo, el Gobierno -siempre diplomático y parsimonioso- se contenta con poner en movimiento unas estufas de desinfección y unos carritos de laboratorio con líquidos malolientes. Y el bacilo que se quiera asustar, que se asuste... ¡Ah, si este mal pudiera paliarse con la censura previa!... Pero, es más fácil poner mordaza en el comentario de los periódicos que prevenir medidas que inmunicen a un país o que atajen una epidemia al iniciarse su curso”.

 

Qué poco hemos cambiado, pardiez. Qué razón tenía Friedrich Nietzsche con su teoría del eterno retorno. Ahora se pretende vestir de bulos, desinformación o retórica destructiva de la oposición política a toda crítica a la gestión del Gobierno; antes, se tildaba de traidores a los que actuaban de ese modo; y, en ambos casos, se pretendía ocultar una gestión deficiente frente a una grave crisis sanitaria. Y esto no tiene nada que ver con colores políticos, pues Antonio Maura era conservador durante la crisis sanitaria de 1918 y Pedro Sánchez es progresista durante la crisis sanitaria de 2020. Esto no va de ideologías.

Así que, si tenéis que reaccionar, hacedlo. Exigid. Criticad. Es lo único que nos queda contra el poder, sea del color que sea, sea ante la circunstancia que sea. Y, sobre todo, pensad. Por vosotros mismos. Daos unos minutos para reflexionar, evitando replicar opiniones cocinadas en el despacho de un político o en una tertulia televisiva. Sólo entonces valdrá la pena salvarnos como sociedad.

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