Historias de España: De pandemia a pandemia (1918) (V)
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Aquí sigo. Aquí seguimos. Aguantando, todavía, el chaparrón. Lo peor de todo es que, igual que el resto de españoles, he tenido la mala suerte de tener que soportar el chaparrón bajo una plancha metálica que hace un ruido insoportable, atroz, que nos impide pensar con claridad. Y es que al lógico miedo al SARS-CoV-2 debemos añadir unas ruidosas interferencias políticas que nos provocan todavía más ansiedad. Al principio, y dentro de la seguridad del confinamiento total, la consigna era clara; grave, pero clara. Ahora, que hemos entrado en la llamada fase de desescalada, palabra de nuevo cuño que me resulta ya insufrible de tanto oírla, sólo hay caos. Ruido. No sabemos si el estado de alarma es o no necesario. No sabemos si salir o si quedarnos en casa, aunque esté permitido en algunos casos y con restricciones. No entendemos por qué no cambiamos de Fase de desescalada, por qué una provincia sí y otra no, qué criterios se siguen, quién lo decide. No tenemos ni idea de cuándo volveremos a nuestra vida ordinaria ni qué demonios significa eso de la “nueva normalidad” que profiere el Presidente del Gobierno unas dos o tres veces por minuto en cada una de sus soporíferas comparecencias de fin de semana que tanto se asemejan al Aló Presidente venelozano. La plancha metálica nos está volviendo completamente locos. Y no deja de llover. Clank, clank, clank.
Los datos, a fecha de hoy, son objetivamente buenos. Evidentemente, cada persona que fallece a causa del COVID-19 tenía nombres, apellidos, familiares, amigos, una vida que desarrollar, así que reducirla a un simple número resulta escalofriante desde una perspectiva humana, pero no tenemos otro modo de verificar la incidencia social de la enfermedad. El caso es que, desde el día 24 de abril de 2020, y teniendo en cuenta los datos oficiales del Gobierno de España, cuya validez continúo poniendo en entredicho, las personas que han superado la enfermedad han rebasado los casos activos. Ese cruce de magnitudes en el gráfico se esperaba, nunca mejor dicho, como agua de mayo y, desde entonces, los casos activos de COVID-19 no han dejado de descender pese a los nuevos contagios. Como podéis ver en el gráfico, hubo un descontrol bastante pronunciado entre el día 15 y 24 de abril de 2020 que se debió, según indican fuentes gubernamentales, a que se contaban como nuevos casos detectados aquellos que daban positivo en la prueba serológica de anticuerpos, que se sumaban a los casos detectados por PCR (la “polymerase chain reaction”, en inglés, es la prueba diagnóstica más precisa que se dispone actualmente que verifica la presencia de coronavirus activos en un paciente). Este criterio tiene cierta lógica, puesto que, si tienes anticuerpos, no eres un nuevo contagiado, sino una persona que ya ha pasado la enfermedad, por lo que se podría generar una distorsión irreal de la curva de contagios. En consecuencia, es un error bien subsanado.
Por ello, con independencia del baile de cifras que continúa existiendo con las Comunidades Autónomas, como por ejemplo en Catalunya –asunto en el que no ahondaré, pues ya lo puse de manifiesto en el anterior artículo y todavía no disponemos de datos suficientes para extraer conclusiones válidas- o en Madrid, y de lo lamentable que resulta tener que poner a casi 30.000 fallecidos sobre la mesa, podemos asegurar que lo peor ha pasado; al menos, en lo referente a la pandemia y a su grado de incidencia poblacional, porque si nos centramos en las medidas del Gobierno para gestionar esta nueva situación, lo peor está por llegar.
De nuevo, hago una advertencia que ya he hecho en los anteriores artículos pero que no me cansaré de repetir: soy perfectamente consciente de que, ante esta situación inédita, cualquier decisión que se adopte será criticada. También sé que, cuando no se tienen responsabilidades, todo el mundo se saca de la chistera un conejo mágico que todo lo arregla, cosa muy diferente a la que te encuentras frente a la realidad del problema, que desbordaría al más preparado. Por esa razón, como habréis visto, he sido muy benévolo con mis críticas al Gobierno de España, siendo consciente de la situación excepcional a la que se enfrenta; pero hay asuntos que no he podido pasar por alto y actuaciones que, con independencia de la situación en la que se encuentren, resultan censurables. De un tiempo a esta parte, mi confianza roza mínimos históricos y mi benevolencia se agota, como mi paciencia, así que estoy empezando a ser más contundente porque creo que es lo que tiene que hacer un ciudadano con sus gobernantes. Comprensivo, sí, pero exigente. Crítico. Y cuando nada menos que la vicepresidenta cuarta del Gobierno de España, Teresa Ribera, señala, campanuda, que la pandemia está más controlada en Portugal que en España porque “está más al oeste de China”, como si el SARS-CoV-2 se hubiera expandido siguiendo los flujos del aire y cuando en países como Japón, que está a 500 km de China, está la situación mucho más controlada que en España, pues qué queréis que os diga, yo tiro la toalla. O son idiotas o nos toman por idiotas. Y ninguna de las dos opciones me sirve de consuelo.
En fin, llegados a este punto, siguiendo con la serie de artículos que he dedicado a la pandemia de SARS-CoV-2, procederé al análisis de la nueva situación en la que entramos e intentaré poner blanco sobre negro, para ver si entre todos podemos comprender qué podemos y qué no podemos hacer, pues hay más inseguridades que certezas; y no tanto sanitarias, como jurídicas. En este caso, por ausencia de información, no voy a poder realizar comparativa alguna con lo que hizo el Gobierno de España ante la pandemia de A/H1N1 de 1918, puesto que no he podido verificar si existió plan, guía o proceso de retroceso de las medidas adoptadas para frenar la mal llamada gripe española; por lo que nos tendremos que mantener en este 2020 y realizar, en su caso, comparativas actuales con otros países de nuestro entorno.
La atenuación de las medidas de confinamiento durante la primera oleada de SARS-CoV-2
“Plan para la transición hacia una nueva normalidad”. Desde luego, con este título, bien podría parecer un libro de autoayuda de discutible calidad o el anuncio de una conferencia de un líder espiritual adicto a los psicotrópicos; pero no, con esta rúbrica nos presenta el Gobierno de España su proyecto de “desescalada”. Sí, otro neologismo más para nuestro diccionario del coronavirus.
¿Y qué es eso de la nueva normalidad? La R.A.E. fija, en su segunda acepción, que la palabra normal se relaciona con lo habitual y ordinario. En su segunda acepción, habla de algo que se ajusta a ciertas normas fijadas de antemano. Por ello, el planteamiento referido a la nueva normalidad tiene problemáticas de carácter nuclear, conceptual: si es nuevo, no es normal, ni habitual, ni ordinario ¿Y qué es eso de la desescalada? Imagino que alguna mente brillante ha recurrido a terminología de esta naturaleza para que todo el mundo entienda de qué demonios estamos hablando: “mire, señor ciudadano, un escalador sube por la montaña, llega a la cima, se hace una foto y luego desescala, es decir, vuelve a bajar, ya que le está esperando un almuerzo de cuchara que no se lo salta un gitano. ¿Entiende?”. Acompañar explicación para memos con palmada en la espalda y mirada condescendiente. Frente a ello, sólo puedo concluir que estos neologismos creados ad hoc por un comité político tienen más de marketing o de control del relato que otro tipo de lógica.
En fin, cuestiones terminológicas aparte, a finales de abril de 2020, habiéndose superado la situación de colapso hospitalario y tras haber dejado atrás el famoso pico de contagios, era preciso que el Gobierno de España adoptara medidas de recuperación de la actividad y atenuación del confinamiento (¿veis? No es tan difícil utilizar términos coherentes con la lógica lingüística). El confinamiento no es una solución en sí misma, sino sencillamente una medida de contención de la pandemia que, una vez controlada, no tiene sentido mantener; por lo que pasamos al siguiente nivel que consiste en ir relajando poco a poco y con prudencia el confinamiento generalizado.
Al objeto de acometer esta atenuación de las medidas de confinamiento, el Gobierno de España ha establecido una serie de criterios que pueden encuadrarse en dos grupos diferenciados pero concurrentes en su aplicación: por un lado, medidas de carácter personal; por el otro, medidas de carácter social.
En primer lugar, analizaremos las medidas de atenuación del confinamiento de carácter personal, es decir, que afectan a los ciudadanos con independencia de factores sociales, territoriales, económicos o sanitarios. Son medidas individuales que están enfocadas directamente a la movilidad personal o, en caso de personas dependientes, a la movilidad familiar. A este respecto, es necesario que igualmente vayamos igualmente por partes.
En fecha 25 de abril de 2020, se emitió la Orden Ministerial SND/370/2020 por parte del Ministro de Sanidad que regulaba medidas de desconfinamiento parcial y regulado para los menores de 14 años, en virtud de la cual, se permitía que un adulto pudiera salir de su domicilio con sus hijos una vez al día en un radio de un kilómetro con respecto al domicilio. El objeto de la medida era permitir que los menores de edad pudieran salir a jugar o a que sencillamente les diera el aire, pero, evidentemente, debían continuar respetándose las medidas habituales de distancia interpersonal e higiene aplicables hasta la fecha.
Pasó lo que tenía que pasar: muchos adultos aprovecharon la medida para salir de casa, utilizando a sus hijos como excusa. No todo el mundo, por supuesto, pero sí una parte reseñable de la población recurrió a nuestra habitual picaresca para saltarse el confinamiento. Antes de que llegara esta medida, los que teníamos perro éramos unos afortunados; ahora, iban a ser los padres, que además disponían de una franja horaria muy amplia para poder salir a la calle sin justificación. En este caso, no puedo sino eludir cualquier responsabilidad del Gobierno, pues la medida era necesaria y muy beneficiosa para los menores de edad. Tampoco existe responsabilidad alguna en los menores, ni que decirlo tiene. El problema, en todo caso, se ha producido por la irresponsabilidad de algunos padres, que mientras charlaban con otros padres, sin respetar distancias ni higiene, permitían que sus hijos se mezclaran con otros niños sin control. Bonita estampa para empezar la famosa desescalada.
En fecha 2 de mayo de 2020, se emitió la Orden Ministerial SND/380/2020 por parte del Ministro de Sanidad que regulaba medidas de desconfinamiento parcial y regulado para los mayores de 14 años, en virtud de la cual, se establecían las siguientes franjas horarias para la realización de las siguientes actividades, en las que deberán respetarse las medidas habituales de distancia interpersonal e higiene aplicables hasta la fecha:
- De 06:00 a 10:00h y de 20:00h a 23:00h: Los ciudadanos con edades comprendidas entre los 14 y los 70 años podrán realizar deporte individual y paseos. Los paseos deberán realizarse a una distancia no superior a un kilómetro con respecto al domicilio. El deporte individual, dentro del propio municipio.
- De 10:00 a 12:00h y de 19:00h a 20:00h: Los ciudadanos con edades superiores a 70 años podrán realizar deporte individual y paseos siguiendo análogos criterios de distancia a los ya indicados.
- De 12:00h a 19:00h: Se aplica Orden SND/370/2020 en relación con los menores de edad.
- De 23:00h a 06:00h: Sólo se permiten salidas debidamente justificadas; esto es, una suerte de toque de queda, pese a que no se indique de manera expresa.
En este caso, de nuevo, ha pasado lo que tenía que pasar y, además, era de prever: muchas personas han aprovechado estas medidas de alivio del confinamiento para reunirse con sus amigos, hacer corrillos en mitad de la vía pública, hacer quedadas de runners y desempolvar aquellos estridentes chándals de los años 80 del armario para simular que realizas una actividad deportiva cuando tu objetivo era beberte unas latas de cerveza con los parroquianos habituales de tu bar de referencia, cambiando la barra y el camarero por un banco y una bolsa de plástico; sin olvidarse de los chavales haciendo botellones, por supuesto. Y aunque reconozco que me provoca hilaridad ver viejos en reunión bebiendo yonkilatas en yonkichándal como si fueran adolescentes fumándose unos leños, estas actuaciones irresponsables podrían provocar un repunte de infecciones por COVID-19. Entiendo la hinchazón de gónadas tras 60 días de arresto domiciliario, pero coño, aguantemos un poco más.
No obstante, hay un hecho que, con independencia del respeto a las normas dictadas por el Gobierno, se produce invariablemente: la movilidad ciudadana se concentra masivamente en determinados horarios y, en consecuencia, se provocan concentraciones ingentes de personas. Os pongo un ejemplo personal: en un paseo de una hora por mis habituales rutas, me he llegado a cruzar con más de 500 personas, es decir, más del triple de las que me encontraba en una situación de normalidad.
En consecuencia, considero que la fijación de franjas horarias es un error mayúsculo, pues al reducir el periodo temporal, aumenta el flujo de personas. Llevada a la práctica esta medida, se producen situaciones incoherentes: si yo salgo a pasear con mi perra a las 2:00h, no me cruzaré con nadie y las posibilidades de contagio se reducen a la nada, pero estaría incumpliendo la normativa. Vamos, que el remedio está resultando peor que la enfermedad y es que el exceso de regulación, en ocasiones, es tan pernicioso como su defecto. Y como una imagen vale más que mil palabras, os dejo una fotografía realizada la semana pasada en el paseo marítimo de Barcelona. Juzgad vosotros mismos.
En segundo lugar, analizaremos las medidas de atenuación de confinamiento de carácter social, es decir, que afectan a la apertura de comercios, al restablecimiento de la actividad laboral y a la reactivación económica, cultural y social del país. Las medidas afectan principalmente a empresas, asociaciones y fundaciones, por lo que se enfoca en las actividades permitidas más que en las personas que las proveen. Y es aquí donde interviene el ya mencionado “Plan para la transición hacia una nueva normalidad”.
En fecha 28 de abril de 2020, se adoptó un acuerdo en el seno del Consejo de Ministros que, de manera previa a su publicitación ciudadana, se tituló sencillamente como plan para la desescalada, en virtud del cual, se establecían cuatro diferentes fases hasta alcanzar la llamada nueva normalidad. Estas fases, que tienen una duración prevista de 15 días, no se superan únicamente con el paso del tiempo, sino que exigen el cumplimiento de una serie de parámetros; por lo que, teniendo en cuenta la diferente incidencia de la pandemia en el territorio español y las diferentes capacidades sanitarias de cada uno de estos territorios, el análisis de la conveniencia de cambio de fase se circunscribe a la provincia, en la Península, o la isla, en Canarias y Baleares. Dicho de otro modo, cada provincia o isla tendrá su propia velocidad de desescalada. Las fases previstas son las siguientes:
- FASE 0: Esta fase, llamada preparatoria, implica la implantación de las medidas de carácter social que hemos relacionado anteriormente, la apertura de bares y restaurantes sólo para pedidos a domicilio y la apertura de otro tipo de establecimientos con cita previa y atención individual. Resulta de aplicación en todo el territorio nacional a partir de 2 de mayo; a excepción de algunas islas, que pasan directamente a la Fase 1.
- FASE 1: En esta fase, se permite la apertura del pequeño comercio, la apertura de bares y restaurantes para poder consumir únicamente en las terrazas y con una ocupación máxima del 30 % de su aforo, la apertura de lugares de culto con aforo limitado y la reactivación de la actividad turística, así como la posibilidad de visitar a familiares y amigos. Para más detalle, leer la Orden SND/399/2020, de 9 de mayo, emitida por el Ministerio de Sanidad.
- FASE 2: En esta fase, se permite la apertura de bares y restaurantes para poder consumir en el interior del local con una ocupación máxima del 50 % de su aforo, la apertura de cines, teatros y actos culturales con un máximo de un 30% de aforo y, si son al aire libre, sin superar los 400 clientes.
- FASE 3: Esta fase, llamada avanzada, implica la flexibilización de la movilidad general, la reanudación total de la actividad comercial con un aforo máximo del 50% y, en lo referido a la restauración, se permite el aforo total, siempre que se mantengan las distancias interpersonales.
Y hasta aquí puedo leer, porque nadie, ni siquiera el Gobierno de España, sabe definir qué será eso que ocurra después que nos encontremos todos en la tercera fase, como en la película. Puede que la nueva normalidad implique el contacto con alienígenas. Chi lo sa. Lo que tampoco sabemos, de momento, es quién decide qué territorio cambia o no de fase, ni qué criterios se están aplicando, pues de momento, han cambiado de fase algunas provincias que no deberían, como Vizcaya, y se han quedado en la fase 0 provincias que deberían, como Granada o todas las provincias de la Comunidad Valenciana. Y con deberían me refiero a los criterios generales que había dado el Gobierno de España a las Comunidades Autónomas, que, al parecer, van cambiando sin informar adecuadamente
No sólo encontramos problemáticas en cuanto al cambio de fase, sino con la aplicación práctica de las medidas que contiene cada una de estas fases. Y es que nos encontramos con agravios comparativos entre diferentes actividades económicas y ante la imposibilidad de reapertura de bares y restaurantes con un aforo que impide asumir siquiera los costes de mantener abierto el local. No es rentable abrir un bar que lleva dos meses cerrado para servir seis cervezas y dos cortados. Eso sin contar con los negocios que ya no van a volver a abrir nunca más.
En las últimas horas, el Gobierno de España nos ha sorprendido, además, con incomprensibles fases intermedias (0,5) y con una medida para reactivar el turismo que no merece ni el más mínimo comentario por lo descabellada que resulta: cuarentena obligatoria de 14 días para todos aquellos viajeros procedentes del extranjero. Seguimos para bingo. El caso es que hoy, a día 17 de mayo de 2020, nos encontramos con este panorama:
Luces y sombras. Por supuesto, la reactivación de la economía exige rapidez, pero la contención de la pandemia exige prudencia; y tener que conjugar estos dos criterios es complejo. Soy consciente de ello. Por ello, repito, luces y sombras. Se han tomado medidas adecuadas, pero en algunos casos son incompletas, contraproducentes y variables, por lo que pueden resultar, a la postre, perniciosas. Así que, si como yo, comprobáis la existencia de errores, no dudéis en ponerlos de manifiesto, pues apoyar ciegamente al Gobierno de España por motivos ideológicos cuando está en juego nuestro futuro es tan nefasto como ponerles palos a las ruedas. La crítica es consustancial a la democracia y tenemos que evitar, siempre, por encima de esperanzas de falsa seguridad incluso en situaciones como ésta, la justificación de medidas autoritarias o que quebranten los derechos humanos, pues ya hay voces que están advirtiendo sobre esta peligrosa tendencia.
Llegados a este punto, y teniendo en cuenta la imposibilidad de comparar esta situación con lo acontecido durante la pandemia de 1918, considero que es un buen modo de finalizar el artículo realizando una comparativa, no histórica, sino actual, con las medidas de desconfinamiento y vuelta a la actividad ordinaria de otros países de nuestro entorno. Vamos a ver.
ALEMANIA: La mayor economía de la Zona Euro nunca llegó a aplicar unas medidas de confinamiento equiparables a las que se han acordado en España: desde el principio, si bien se ha impuesto el teletrabajo y se han impuesto determinadas restricciones, en Alemania se ha podido salir a la calle de manera individual sin horarios, toques de queda ni justificantes de ninguna clase. Al cabo, el Gobierno de Ángela Merkel ha seguido una estrategia que, en mi opinión, es mucho más efectiva que el confinamiento absoluto: tests PCR masivos a toda la población; en concreto, a fecha 6 de mayo, se habían realizado 2.800.000 tests a la población, a razón de 300.000 tests a la semana; es decir, a fecha actual, se habrán rebasado los 3.000.000 de tests. El triple que en España.
La vuelta a la actividad ordinaria en Alemania dio comienzo el 4 de mayo: los alumnos ya pueden volver a la escuela en todo el país, a excepción de Baviera, y pueden abrirse los comercios siempre que se pueda garantizar la distancia social. De hecho, se producirá la apertura de fronteras en menos de una semana, si bien se limitarán los viajes turísticos hasta el día 15 de junio. En cualquier caso, la consigna sigue siendo la misma que al principio: tests, tests y tests, como se deduce de la “Segunda Ley para la protección de la población en una situación de epidemia de importancia nacional” aprobada por el Gobierno federal alemán.
PORTUGAL: Nuestro país vecino y prácticamente hermano ha sido un ejemplo en la gestión de la pandemia por la rapidez y anticipación en la reacción frente al SARS-CoV-2. Se adoptaron medidas equivalentes a las que ha tomado España, pero se hizo antes y se hizo mejor; es decir, el hecho de que la oposición haya apoyado al Gobierno socialista de Antonio Costa desde el principio tiene más que ver con sus aciertos que con el apoyo acrítico y sin condiciones que tanto exige el Gobierno de España.
Las medidas de desconfinamiento que ha previsto el Gobierno portugués (palabra mucho más adecuada que "desescalada") no se dividen en fases variables por provincias, sino que se centran en un calendario ya prefijado para todo el territorio que establece medidas en función de la actividad. Por ejemplo: desde el día 4 de mayo de 2020, se permiten reuniones privadas de hasta 10 personas, apertura de pequeños comercios hasta 200 m2, así como bibliotecas y servicios públicos. A partir del día 18 de mayo de 2020, apertura de restaurantes, museos y monumentos, así como la reactivación de la actividad educativa con restricciones. Se estima que el 1 de junio de 2020, Portugal ya estará totalmente desconfinada, sin perjuicio de mantener las distancias interpersonales y las medidas de higiene.
ITALIA: Si otro país europeo ha sufrido una catástrofe sanitaria de gravedad semejante a la española ha sido Italia. Sus datos son tan escalofriantes como los nuestros: a fecha 16 de mayo de 2020, han fallecido más de 30.000 personas por COVID-19, que se concentran en un 50% en la preciosa Lombardía. Las medidas adoptadas para frenar la pandemia, como en Portugal, fueron muy parecidas a las que se tomaron en España, estableciéndose el confinamiento generalizado de la población.
En el país transalpino, según la información que extraemos del Ministero della Salute italiano, ha recurrido a un sistema de fases, pero que tiene su origen en el inicio de la pandemia, no en el inicio de la desescalada. La primera fase hace referencia a las medidas de contención del virus y la segunda fase, que dio comienzo en fecha 4 de mayo de 2020, hace referencia a las medidas de desconfinamiento y vuelta a la normalidad. En concreto, se permite la reapertura de prácticamente todos los pequeños negocios, a excepción de bares y restaurantes, que sólo podrán servir comida a domicilio; se permite la movilidad generalizada, con pequeñas restricciones, dentro de la región (nuestro equivalente serían las Comunidades Autónomas) y se acuerda la apertura de parques y jardines, siempre que se cumplan las distancias interpersonales y las medidas de higiene.
A partir del día 18 de mayo de 2020, en cumplimiento del calendario de la Fase 2, se permite la apertura de todos los comercios, incluidos bares y restaurantes; y, a partir del 2 de junio de 2020, se permite la movilidad sin restricciones por toda Italia. Además, el Gobierno de Italia ofrecerá 500 € a cada núcleo familiar italiano para incentivar el turismo interno; medida, ésta, que contrasta con el disparate propuesto por el Gobierno de España.
Podría seguir analizando otros países, como Francia, el Reino Unido o Suecia, siendo este último país especialmente interesante, pero el artículo ya me ha quedado demasiado largo y no quiero abrumaros con más datos. Sólo debo decirlos que mi modelo sería Alemania, pero ése es mi criterio, así que en todo caso dejo a vuestra elección valorar las medidas adoptadas por nuestro país en comparativa con los tres ejemplos internacionales que he puesto sobre la mesa.
Por último, repito mi consigna: no vendáis vuestros derechos por una falsa sensación de seguridad. No me entusiasman las frases épicas que han pasado de ser un modus vivendi a lucirse en camisetas de Zara, pero quiero reforzar la idea que os pretendo transmitir con una frase maravillosa que, a fecha actual, no se sabe si fue pronunciada originariamente por Emiliano Zapata, La Pasionaria o el Che Guevara: “Prefiero morir de pie que vivir arrodillado”. Pensad sobre ello.